Si nos ponemos a pensar qué tiene de bueno el enfado, la ansiedad o la culpa diremos que nada, aunque por la forma de expresarlo podemos intuir que no va a ser la respuesta correcta. 

Vamos a intentar explicar cuál es la función de cada una de estas emociones, que a priori, cuando pensamos en ellas están presentes en momentos más negativos de nuestras vidas. 

ANSIEDAD

La ansiedad es una respuesta saludable de nuestro organismo cuando hay una amenaza o un peligro. Nos genera esa activación extra que necesitamos en momentos determinados. Nos ayuda a actuar de forma rápida cuando lo necesitamos o cuando tenemos que hacer un esfuerzo intenso. El problema es cuando se activa en situaciones cotidianas que no son amenazantes interfiriendo en nuestra vida e impidiéndonos hacer cosas que nos gustaría. Por ello, el objetivo para mejorar su gestión es aprender a desactivar las alarmas en los momentos que no son peligrosos y aprender a tenerla presente de forma adaptativa en nuestras vidas.

VERGÜENZA

La vergüenza nos ayuda a que nuestras conductas encajen con el grupo al que pertenecemos. Sin ninguna sensación de vergüenza haríamos conductas inadecuadas socialmente como ir a la calle desnudos ya que no podríamos medir el efecto que tienen nuestras conductas en los demás. Por tanto, nos ayuda para encajar socialmente, algo que todos necesitamos como seres sociales que somos. ¿cuándo se vuelve problemática? Cuando se hace tan grande que nos bloquea y nos condiciona, cuando nos impide que realicemos actividades que nos gustaría hacer, que no dañamos a nadie, pero no la hacemos por esa sensación de vergüenza. En estos momentos, esta emoción es la que se hace dueña de nosotros pudiéndonos impedir hasta conversar con normalidad en una reunión de amigos o incluso no asistir a esa reunión. 

CULPA

¿Y la culpa, para qué sirve? También tiene una parte positiva siempre y cuando se maneje bien. Es una emoción básica y como todas las anteriores tiene una finalidad adaptativa. Gracias a la culpa nos permite aprender y corregir nuestros errores. Ha de ser proporcional con la situación y responsable con la acción, es decir, no cargar con culpas que no nos pertenecen. Cuando es desproporcionada y cargamos con demasiada culpa nos bloqueamos y nos hundimos. Aprendamos a utilizarla, que nos ayude a percatarnos de nuestro fallo para no hacerlo de nuevo en el futuro, pero nada más. Así será funcional. De forma contraria, estaríamos con el peso de algo que hemos hecho en el pasado y que no podemos cambiarlo. ¿Tú puedes cambiar tu pasado? Yo tampoco. Y es que al valorar algún error del pasado hacemos trampa, porque lo revaluamos con los datos del momento, con la situación del momento y con el estado emocional del momento, no con el momento en que se ejerció esa acción.

ENFADO

El enfado nos ayuda a poder percatarnos de lo que nos molesta o nos hace daño. Aún así, es una de las emociones que más nos cuesta gestionar y en ocasiones, la tenemos demasiadas veces de forma desadaptativa. Teniendo una adecuada gestión del enfado nos ayudará a defender nuestros derechos cuando algo o alguien no los está teniendo en cuenta, nos ayudará a poner límites, a decir que no, a expresar nuestras molestias. De esta forma, estamos en equilibro con nosotros mismos y con las personas que nos rodea. 

En definitiva, hemos podido ver que todas las emociones son necesarias, no podemos prescindir de ninguna de ellas ya que nos aportan estabilidad y bienestar. El problema es cuando, o bien por exceso o por defecto, se vuelven desadaptativas. Una adecuada gestión emocional, nos ayuda a tener equilibrio en nuestras vidas. Aprendamos de ellas.