¿Te consideras una persona autoexigente y perfeccionista? Si es así reconocerás las siguientes frases que podrás finalizar sin esfuerzo:

 “Sí, pero…”

“Es que…”

“Tendría que…”

La autoexigencia y el perfeccionismo, a priori, lo valoramos positivamente ya que creemos que son dos rasgos fundamentales para alcanzar el éxito, pero ¿es correcto? ¿siempre es así? O ¿es mala la autoexigencia?

En absoluto, todos necesitamos tenerla para poder mejorar e ir avanzando y superándonos. Sin nada de autoexigencia no nos propondríamos ninguna meta. Por tanto, diríamos que gracias a ella alcanzamos nuestras metas, pero es importante saber mantenerla en unos niveles adecuados o funcionales, de no ser así, nos generará estrés emocional e insatisfacción.

¿Cuál es su procedencia?

Si nos ponemos a pensar, desde pequeños ¿Qué resultados nos han reforzado más cuando hemos conseguido algo o cuando lo hemos intentado? Casi todos responderemos que nos han reforzado más cuando hemos conseguido algo. Por tanto, aprenderemos que cuando más alto lleguemos, mejor valorados seremos. La sociedad nos enseña esto, pero No podemos obviar que esto no es más que le caldo de cultivo perfecto cuando hay una personalidad afín a esta característica. Cuando somos adultos necesitamos tener un autoconocimiento adecuado y saber cuál es el coste de ese “éxito” o si esa meta es realmente alcanzable.

En muchas ocasiones nos metemos en una rueda de la que no sabemos salir. Quizás sepas de lo que hablo: podemos llegar a alcanzar un objetivo, pero cuando lo tengamos, ya no nos es suficiente, lucharemos por conseguir algo más. Esto es lo que nos lleva a la continua insatisfacción.

Podemos detectar ciertos mensajes indicativos de un discurso autoexigente como son aquellos absolutistas. Por ello, necesitamos detectar no solo el camino que nos falta, sino lo que llevamos conseguido/alcanzado. Esto facilitará que la autoexigencia sea más funcional o adaptativa.

Algunas pautas para gestionarla:

  • Detrás de la autoexigencia hay unas emociones que no siempre somos capaces de identificar: quizás miedo al temido fracaso, vergüenza a que puedan pensar si bajo mi ritmo, enfado por no poder continuar en ese nivel… Es importante identificarlas y saber gestionarlas. Para ello, nos ayudaremos de poner el foco de atención en nosotros mismos.
  • Foco de atención en nosotros mismos. Para ello nos haremos la siguiente pregunta “¿qué es más valioso para mí: mi salud mental o intentar conseguir siempre lo máximo pese al coste emocional? Además, como se ha comentado anteriormente, ser conscientes de las metas que ya hemos logrado.
  • Saber parar. Saber decir basta, ponernos límites a nosotros mismos.
  • Complacencia. Se complaciente contigo mismo, autocompasivo y permítete descansar, salir de ese bucle, conocerte y redirigir tus metas.